SIN TESTIGOS (DONDE NADIE MIRA)
No vendas tu alma por un aplauso. El ruido halaga, pero no alimenta. Antes de actuar, pregúntate: ¿lo haría si nadie lo supiera? Si la respuesta tiembla, no es virtud: es hambre de mirada. Quien camina guiado por ojos ajenos pierde el norte; su brújula se vuelve espejo y la vida se vuelve representación. Obra por rectitud, no por recompensa. La rectitud llega lenta, pero sostiene; el reconocimiento llega rápido, pero cobra tributo.
La virtud ama el silencio. El silencio cuida la intención y la protege de la vanidad; permite trabajar sin narrarse, como lo que crece a la sombra; enseña a no cobrar con elogios lo que se hizo por convicción. Hacer en silencio no es esconderse: es preservar el sentido del acto y dejar que la obra hable mejor que tú. No desprecies la ciudad ni sus voces; vive entre los hombres, pero no seas esclavo de su gesto.
Guarda silencio después de hacer lo correcto. Lo invisible te construye por dentro, como las raíces al árbol. Y cuando el público se vaya —porque siempre se va—, que te encuentre de pie, igual que antes de que llegara.
— LARH.
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