Espejos por doquier; en todas partes.

«Por mucho que cambie de lugar —por mucho que cambiara el mundo—, me vuelvo a encontrar siempre conmigo mismo, con el mismo yo.»
— E. Cioran.

«Vemos las cosas, no como son, sino como somos nosotros.»
— I. Kant.

"People Walking", por Tihomir Cirkvencic (2017) 
He huido incontables veces de mí, he tratado de quitarme los músculos, la piel, la cara, los ojos. En un arrebato por dejar de moverme, de sentir, de mirar y ser visto, identificado, de existir. Alejándome de los espacios concurridos para ocultarme entre los callejones oscuros. Pero es imposible pues a cualquier lado que vaya, en cada paso, el siguiente y el otro, me miro, volteo a la derecha y ahí estoy, giro a la izquierda y sigo ahí; pisadas detrás de mi, volteo y doy cuenta que me sigo, alguien a lo lejos me saluda, soy yo; abrumado de la mismisidad, agitado por la huida de mi, ó ¿hay algo más?

Infinitas proyecciones en todas direcciones, espejos, identificaciones, meros reflejos, contratransferencias, aspectos de los otros que están en mi y que aveces por la mera presencia de ese otro se hacen evidentes, refirmando y evidenciando alguna parte que me es desconocida o no quiero reconocer, bien puede ser algo "bueno o malo", rechazado o aceptado. Así nacen mis vínculos, a veces difusos, a veces fuertes, a veces vagos o contrariados, porque incluso a quien considero oponente también ahí se encuentra un fuerte vinculo, aversivo pero existente.

Somos espejos, los otros ven en nosotros similitud o rechazo, de ahí la simpatía o antipatía, de ahí la socialización y la oportunidad de crear lazos; y es que el reflejo es necesario para legitimar eso que somos, esa sucesión de cualidades y características, es decir la presencia del otro confirma nuestra existencia aunque ante los ojos del otro seamos solo meras representaciones significantes inaprehensibles muy al estilo kantiano, entidades más o menos definidas en la consciencia del otro, eso nos dota de sensación de identidad, de cierta solidez del yo, cuando en realidad solo somos un conjunto circunstancial e interdependiente de fenómenos.

Pero bueno, dar cuenta que huir de uno mismo no es la respuesta, no obstante podría bien mitigar o paliar el malestar existencial en placeres impermanentes, apegarme a eventos efímeros para nutrir mi ego, esa aparente solidez del yo que refiere la filosofía budista. 

Así pues, es inevitable el malestar de la existencia y escapar de uno mismo es una ilusión, un oxímoron; somos vehículos de sucesos, realizaciones e impacto, capaces de experienciar la tragedia y la más sublime eudaimonía.

— provisoriamente: Ľυίṣ Λṃᾰṳṙẙ ɌН

Cioran, E. M. (2002). Cuaderno de Talamanca. Ibiza (1966). Valencia: Pre-Textos.
Kant, I. (2009). Crítica de la razón pura. Ediciones Colihue SRL.

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