Espejos por doquier; en todas partes.
«Por mucho que cambie de lugar —por mucho que cambiara el mundo—, me vuelvo a encontrar siempre conmigo mismo, con el mismo yo.»
— E. Cioran.
«Vemos las cosas, no como son, sino como somos nosotros.»
— I. Kant.
He huido incontables veces de mí, he tratado de quitarme los músculos, la piel, la cara, los ojos. En un arrebato por dejar de moverme, de sentir, de mirar y ser visto, identificado, de existir. Alejándome de los espacios concurridos para ocultarme entre los callejones oscuros. Pero es imposible pues a cualquier lado que vaya, en cada paso, el siguiente y el otro, me miro, volteo a la derecha y ahí estoy, giro a la izquierda y sigo ahí; pisadas detrás de mi, volteo y doy cuenta que me sigo, alguien a lo lejos me saluda, soy yo; abrumado de la mismisidad, agitado por la huida de mi, ó ¿hay algo más?
Infinitas proyecciones en todas direcciones, espejos, identificaciones, meros reflejos, contratransferencias, aspectos de los otros que están en mi y que aveces por la mera presencia de ese otro se hacen evidentes, refirmando y evidenciando alguna parte que me es desconocida o no quiero reconocer, bien puede ser algo "bueno o malo", rechazado o aceptado. Así nacen mis vínculos, a veces difusos, a veces fuertes, a veces vagos o contrariados, porque incluso a quien considero oponente también ahí se encuentra un fuerte vinculo, aversivo pero existente.
Somos espejos, los otros ven en nosotros similitud o rechazo, de ahí la simpatía o antipatía, de ahí la socialización y la oportunidad de crear lazos; y es que el reflejo es necesario para legitimar eso que somos, esa sucesión de cualidades y características, es decir la presencia del otro confirma nuestra existencia aunque ante los ojos del otro seamos solo meras representaciones significantes inaprehensibles muy al estilo kantiano, entidades más o menos definidas en la consciencia del otro, eso nos dota de sensación de identidad, de cierta solidez del yo, cuando en realidad solo somos un conjunto circunstancial e interdependiente de fenómenos.
Pero bueno, dar cuenta que huir de uno mismo no es la respuesta, no obstante podría bien mitigar o paliar el malestar existencial en placeres impermanentes, apegarme a eventos efímeros para nutrir mi ego, esa aparente solidez del yo que refiere la filosofía budista.
Así pues, es inevitable el malestar de la existencia y escapar de uno mismo es una ilusión, un oxímoron; somos vehículos de sucesos, realizaciones e impacto, capaces de experienciar la tragedia y la más sublime eudaimonía.
Pero bueno, dar cuenta que huir de uno mismo no es la respuesta, no obstante podría bien mitigar o paliar el malestar existencial en placeres impermanentes, apegarme a eventos efímeros para nutrir mi ego, esa aparente solidez del yo que refiere la filosofía budista.
Así pues, es inevitable el malestar de la existencia y escapar de uno mismo es una ilusión, un oxímoron; somos vehículos de sucesos, realizaciones e impacto, capaces de experienciar la tragedia y la más sublime eudaimonía.
— provisoriamente: Ľυίṣ Λṃᾰṳṙẙ ɌН
Cioran, E. M. (2002). Cuaderno de Talamanca. Ibiza (1966). Valencia: Pre-Textos.
Kant, I. (2009). Crítica de la razón pura. Ediciones Colihue SRL.
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