DE LA CULPA QUE NO LE PERTENECE A QUIEN SOLO ES LO QUE NO ES LO QUE DESEA EL OTRO.


Malcolm T. Liepke 🎨

La idealización puede llevarnos a inculpar al otro de la desilusión porque al crear una imagen positiva y elevada de alguien, establecemos expectativas poco realistas sobre cómo deberían actuar o comportarse. Cuando la realidad no coincide con nuestras expectativas idealizadas, es común que busquemos culpar al otro por no cumplir con lo que esperábamos de ellos.

Este proceso puede suceder de manera inconsciente y automática. Al idealizar a alguien, tendemos a enfocarnos en sus cualidades positivas y a ignorar o minimizar sus aspectos negativos. Como resultado, ponemos al otro en un pedestal y esperamos que siempre se comporte de acuerdo con nuestra percepción idealizada.

Cuando la realidad choca con nuestras proyecciones idealizadas, podemos sentirnos decepcionados, heridos o enojados. En lugar de cuestionar nuestras expectativas poco realistas, es posible que culpemos al otro por no ser quien creíamos que era. Podemos pensar cosas como: "Si realmente me amara, no me haría sentir de esta manera" o "Si fuera una persona cariñosa, no se comportaría así" o "Si fuera una persona inteligente, nunca se equivocaría".

Este proceso de inculpar al otro por nuestras emociones negativas puede llevar a conflictos y distanciamiento en las relaciones. Al atribuir nuestras sensaciones de desilusión o malestar al otro, podemos perder de vista nuestra propia contribución a la situación. También puede crear un círculo vicioso, donde la idealización y la posterior desilusión perpetúan un patrón de expectativas poco realistas y culpas mutuas.

Se tiene que abordar este patrón de idealización y culpa para fomentar una comprensión más realista y equilibrada de las relaciones. Exploramos cómo nuestras propias proyecciones emocionales pueden influir en nuestras percepciones y expectativas hacia los demás. A través de la autorreflexión, aprendemos a reconocer nuestras proyecciones y a asumir la responsabilidad de nuestras emociones.

Aprender a reconocer y aceptar nuestras expectativas poco realistas nos permite acercarnos a las relaciones con una mayor apertura y comprensión. En lugar de inculpar al otro, buscamos comunicar nuestras necesidades y expectativas de manera asertiva y respetuosa. Esto facilita una mayor intimidad y una relación más auténtica y satisfactoria.

En definitiva, el proceso de liberarse de la idealización y la culpa mutua nos ayuda a desarrollar relaciones más maduras y significativas, donde podemos aceptar y amar a los demás en su totalidad, con sus luces y sombras. Nos invita a cultivar la compasión tanto hacia nosotros mismos como hacia los demás, creando así una base sólida para un crecimiento emocional y una conexión más profunda en nuestras relaciones.

— LARH.

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