DE EXTENDER LAS RAÍCES EN LO PROFUNDO Y EL FOLLAJE HACIA EL CIELO.

Crecer es un proceso inevitable en el cual, a medida que avanzamos por los senderos del tiempo, descubrimos que algunas ilusiones que antaño nos cautivaron se desvanecen como humo entre nuestros dedos. Es como si la realidad se encargara de despojarnos de las capas de fantasía que tejimos con el hilo de la ingenuidad.
Sin embargo, este proceso no es motivo de pesar, sino una oportunidad de crecimiento y entendimiento más profundo. A través de la pérdida de ilusiones, ganamos en perspectiva y claridad. Aprendemos a apreciar las cosas por lo que realmente son, sin el velo de la ilusión que distorsiona nuestra percepción.

A medida que avanzo en la eternidad, siento la perpetua sensación de ser algo perdido en este vasto universo. Como si las respuestas a todas las preguntas se escabulleran de entre los laberintos de mi mente, dejándome con un constante anhelo por comprender la esencia misma de la vida. Sin embargo, también me doy cuenta de que esta sensación de pérdida es, en sí misma, un regalo. Es un recordatorio de que siempre hay más por descubrir, más misterios por desentrañar y más posibilidades por explorar.

En ocasiones, me encuentro en un estado de ánimo peculiar, propenso a disolverme en el viento. Es como si mi ser estuviera tan imbuido en un vacío completamente lleno de comprensión que pudiera desvanecerme en la etérea danza de las corrientes de aire. En esos momentos, me uno a la naturaleza misma, sintiendo una conexión profunda con el flujo constante de la existencia.

En definitiva, crecer implica perder, pero también ganar. A medida que dejamos atrás las ilusiones y nos adentramos en la realidad desnuda, abrazamos la sabiduría y la perspicacia que solo el paso del tiempo puede otorgar. Aunque pueda parecer que estoy en busca de algo perdido, en realidad estoy en un constante viaje de autodescubrimiento y asimilación de las maravillas del mundo que me rodea. Y si alguna vez me encuentro en el estado de ánimo adecuado, me desvaneceré en el viento, sabiendo que mi esencia se funde con la esencia misma de la vida.

— LARH.


Der Mönch am Meer, Caspar David Friedrich, 1810.

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